La analogía del alfarero se utiliza en la Biblia para ilustrar cómo Dios trabaja en nuestras vidas para moldearnos y transformarnos en la persona que Él desea que seamos. Al igual que un alfarero moldea y da forma a un trozo de arcilla para crear una obra de arte, Dios nos moldea y nos transforma para que seamos conformes a la imagen de su Hijo Jesucristo (Romanos 8:29).

EL BARRO Y NUESTRA VIDA

Al igual que el barro, nuestra vida puede ser vista como algo sucio y desordenado, lleno de errores y malas decisiones. Así como el barro no tiene forma y es endeble, nuestras vidas pueden parecer inestables y sin rumbo. Pero así como un alfarero puede dar forma y estructura al barro, Dios puede transformar nuestras vidas y moldearnos según su voluntad.

Cuando se dice que Dios trata una masa inerte y la convierte en algo espectacular, se refiere a que Dios toma nuestras vidas, nuestras debilidades, nuestras limitaciones y nuestras imperfecciones, y las transforma en algo maravilloso y útil para su reino. Es un proceso de transformación que implica ser moldeados por las manos de Dios, a veces a través de circunstancias difíciles y dolorosas, pero que en última instancia nos lleva a ser la mejor versión de nosotros mismos, conformes a la voluntad de Dios. Es un recordatorio de que Dios es capaz de hacer cosas extraordinarias en y a través de nuestras vidas, si nos rendimos a su voluntad y permitimos que nos moldee a su imagen y semejanza.

El proceso de moldeo y transformación no siempre es fácil, y a menudo puede ser doloroso y difícil de entender en el momento. Sin embargo, Dios promete que su trabajo en nosotros es para nuestro bien y su gloria. Como dice en Jeremías 18:6: “¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano”.

Por otro lado puede ser posible no veamos la obra de Dios en nuestras vidas, pero esto es debido a no estamos permitiendo que Él nos moldee y trabaje en nosotros. Es importante recordar que la formación y el moldeamiento de nuestro carácter son un proceso continuo que puede requerir tiempo y paciencia. Además, a veces puede ser difícil reconocer las impurezas en nuestra vida, pero es importante estar abiertos a la guía del Espíritu Santo y estar dispuestos a someternos a su proceso de limpieza y transformación.

¿CÓMO DISPONER NUESTRA VIDA PARA SER FORMADOS POR EL ALFARERO?

 

Reconocer nuestra necesidad de ser moldeados:

“Mas ahora, oh Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros” (Isaías 64:8).

Humildad y sumisión a Dios:

“Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto” (Romanos 12:2).

Rendir nuestra voluntad a Dios:

“Y Jesús dijo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

Dejar que la Palabra de Dios moldee nuestra mente y corazón:

“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).

Perseverancia en la prueba y la tribulación:

“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4).


Ser conscientes de que el proceso puede ser doloroso y exigir esfuerzo de nuestra parte: 

“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (2 Corintios 4:17-18).

Mantener una relación íntima con Dios mediante la oración y la comunión:

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23).

TOMEMOS ACCIÓN

Si permitimos que Dios sea el alfarero de nuestras vidas, Él puede transformar nuestro barro en algo hermoso y útil. Pero para que esto suceda, necesitamos estar dispuestos a someternos a Su proceso de moldeo y purificación. Podemos confiar en que Dios tiene un plan y un propósito para nosotros, y que todo lo que permita que suceda en nuestras vidas, aunque a veces doloroso, será para nuestro bien y para Su gloria. Así que hoy, te invito a reflexionar en tu vida y a preguntarte si estás dispuesto a dejar que Dios sea tu alfarero y a permitir que te moldee y te purifique. Si es así, entonces prepárate para ver lo que Él puede hacer con tu barro.

ORACIÓN

Padre celestial, te agradecemos por tu amor incondicional y por tu paciencia en nuestro proceso de transformación. Reconocemos que muchas veces nos resistimos a tu formación y preferimos seguir nuestros propios caminos, pero hoy queremos entregarnos por completo a ti y permitir que nos moldees según tu voluntad.

Te pedimos que nos des la fuerza y la sabiduría necesarias para reconocer las impurezas que nos impiden ser transformados, y que nos guíes en el proceso de purificación. Ayúdanos a ser conscientes del dolor que puede venir en este proceso, pero que tengamos la fe y la esperanza en que el resultado será algo hermoso y digno de ti. En tus manos, oh Dios, nos entregamos para ser transformados del barro en una obra de arte. Amén.

Que el Espíritu Santo nos guíe en cada paso del camino y nos recuerde que el alfarero tiene un plan perfecto para nuestras vidas. Que podamos tomar acción y permitir que Dios haga su obra en nosotros, para que podamos ser testimonios vivos de su amor y su gracia. Que no perdamos de vista el objetivo final, y que siempre tengamos presente que todo lo que hacemos debe ser para su gloria. En el nombre de Jesús oramos, amén.

Ministerio Maná